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ELECCIONES 2019
Ganó Alberto

Fecha Publicación: 28/10/2019  10:41 


Cuál es su primer desafío?


Con el dólar marcando el ritmo de un gobierno en retirada, el presidente electo debe evitar el vacío de poder.

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Adiferencia del macrismo en 2015, el presidente electo del Frente de Todos casi no tuvo tiempo de festejar su triunfo. Alberto Fernández fue esquivando a duras penas desde que ganó las PASO la presión de tomar antes de tiempo el timón de una economía a la deriva. Pero ahora, la urgencia es cada vez mayor, y ya se le acaba la excusa –razonable, hay que reconocerle- de que faltaba el veredicto definitivo de las urnas.

Es cierto que, formalmente, sigue siendo cierto que todavía el Jefe de Estado de la Argentina es Mauricio Macri. Pero continuar con el argumento de que la responsabilidad fundamental de manejar la crisis es del gobierno saliente ya no convence a nadie. El doble triunfo que implicó esta anómala elección en dos tiempos remató la gobernabilidad financiera macrista, y a la vez aceleró la escalada de expectativas –locales e internacionales- en torno al plan económico con el que Alberto Fernández pretende domar al dólar, la deuda, la inflación y el estancamiento.



Antes de que terminaran los festejos nocturnos en el bunker del Frente de Todos, ya había una asamblea permanente del Banco Central PRO discutiendo las medidas de emergencia a tomar a partir de la primera apertura de los mercados tras la derrota confirmada de Macri. Es evidente que cualquier estrategia de contención de la fuga de reservas y de la poca confianza que queda en el peso dependen de las señales concretas que emita el nuevo presidente: sin su aprobación, es imposible que un gobierno derrotado y a punto de irse logre la credibilidad indispensable para restablecer la calma en los mercados respecto de los activos argentinos, especialmente su moneda y sus bonos.


Si se aferrara al reglamento, nadie podría obligar a Fernández a asumir el mando de la economía. Nadie, salvo las circunstancias extremas en que se encuentran las cuentas públicas y privadas. Cuando el albertismo se pregunta públicamente y con tono desafiante cuál será la actitud del Gobierno frente a la crisis en curso, nunca termina de aclarar qué es lo que querría que hiciera. El latiguillo K es “cuidar las reservas”, pero los métodos para intentarlo –más cepos y restricciones dinerarias- suponen riesgos de mayor desmadre de la vida cotidiana de los argentinos. Y, como bien ilustran las rebeliones en los países vecinos, el horno no está para bollos.

La pregunta es: ¿quién tomará esas decisiones antipáticas para disipar la tormenta perfecta monetaria? Macri quiere evitar a toda costa su “delarruización”, irritando todavía más a un país que le acaba de dar la espalda. Alberto no quiere empezar dilapidando buena parte del crédito social con el que arranca cualquier presidente electo. Su caso es más desafiante porque a partir de hoy empieza a rendir otro examen de liderazgo, paralelo al de su idoneidad para resolver la urgencia económica: Fernández tiene que ir demostrando cuánta gobernabilidad propia podrá garantizar respecto del doble comando que armó Cristina Kirchner cuando lo nombró su candidato presidencial para ganar una elección que parecía imposible. Tal como le pasó a Cambiemos, ganar elecciones con fórmulas audaces no asegura el mismo éxito a la hora de gobernar.




Ese duro aprendizaje que le toca transitar a cualquier gobernante recién llegado, suele desplegarse en el período conocido como la “luna de miel” del inicio del mandato. Pero el escenario caliente al que se está subiendo Alberto no deja tiempo para el romanticismo y la tolerancia poselectoral de toda la sociedad. Los argentinos vienen golpeados por un país que no creció en los últimas dos gestiones. Y el clima regional tampoco invita a la paciencia ciudadana. La convivencia está condenada a ser áspera, y ya no deja margen para jugar a la grieta tal como lo hizo el macrismo, manteniendo una polarización a “baño María”.

La opción que le queda a Alberto es tan simple como extrema: o enfría la grieta a partir de hoy, para pactar la transición con el gobierno saliente, o la recalienta hasta hacerla explotar. Aunque suene injusto, ya no importa si Macri ayuda o entorpece el traspaso, como CFK en 2015. En cualquier caso, a Alberto le toca encontrar la manera de asumir ya mismo, no como presidente formal, sino como estadista a la altura de las circunstancias.


Silvio Santamarina
SILVIO SANTAMARINA
Editor Ejecutivo y columnista de Radio Perfil


  28 DE OCTUBRE DE 2019.(TiempoPyme)

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