ACTUALIDAD Añoranza y postmodernismo Fecha Publicación: 16/03/2009 08:50 La tecnología vino acompañada de nuevas formas de entretenerse que parecen haber desplazado a los juguetes y condenarlos a un estado de extinción Pero lo cierto es que ellos resumen los modos, la cultura y el espíritu de las sociedades y aún permanecen vivos en las habitaciones de los más chicos y en el recuerdo de los más grandes. Quienes los estudian dicen que a través de ellos se puede reflejar una época, una cultura, un momento social e histórico, la idiosincrasia de un pueblo. Quienes los fabrican aseguran que “no van a desaparecer nunca”, quienes los coleccionan los veneran, quienes los usan dicen a medias palabras que los adoran, y quien recuerda a los suyos, a los de antaño, jura que los añora. Hablamos de los juguetes. Y entonces la mente no puede evitar viajar y se posa en el recuerdo, en la textura, en los aromas y en la magia de esos amigos que alguna vez todos tuvimos, a los que quizás llevábamos a la escuela, o a cada viaje familiar, los que nos acompañaban a dormir para hacerle frente a los temores, los que amábamos en los momentos de ternura o hacíamos injustamente depositarios de nuestra rabia infantil cuando apremiaba un castigo o un “no”, de esos que los chicos no toleran. Y piense entonces quien lee cuál era su favorito, y anímese a asegurar que puede evitar sentir nostalgia y los deseos desbocados de recuperarlo, de verlo una vez más en acción, de jugar un ratito con él en medio del trabajo de la oficina, de la rutina, del estrés, de las obligaciones, y aún ante el riesgo de que se haga pedazos el perfil de adulto serio que quizás intente mostrar porque el paso de los años así lo dicta. Hablamos de los juguetes: de los trompos de hojalata, de las cocinitas, de los autos que imitaban al TC de los años ‘50, de los soldados de plomo de la época de la postguerra, de los muñecos “malcriados” de las que hoy son abuelas, de los “Mecanos”, esos que ya son parte de la vitrina de algún coleccionista, que despiertan la emoción de quien los tuvo y que quizás parecen opacos para las nuevas generaciones ante la luz que irradian los videojuegos. Hoy, las imágenes algo deterioradas de los “chiches” que sobrevivieron a las tardes de aventuras y a las ansias de experimentación de sus dueños nos llevan a pensar en una niñez lejana, donde los chicos parecían jugar más tiempo con ellos, quizás porque según advierten los especialistas, “había más tiempo y más espacio para jugar” y tal vez, también, porque no había pantallas con brillo, celulares, mp3 y PlayStations; porque los chicos eran más “inocentes” o los adultos no los obligaban a “crecer de golpe” como hoy aseguran que sucede, quien sabe… Hablamos de los juguetes, que según lo indica la tendencia, en la actualidad duermen más en los estantes y bajan cada vez menos al piso, porque los pibes “modernos”, tan “rápidos” se distraen con la melodía hipnotizante de la maravillosa híper conectividad. ¿Vamos paulatinamente hacia un mundo sin juguetes?... Los más futuristas dicen que sí, los expertos dicen que no, y mientras tanto ellos resisten, porque siguen teniendo magia. ¿Muñeca Vs iPod? Hagamos una prueba, si se menciona la palabra juguete, ¿cuál es el que primero le viene a la cabeza, y que siente el momento de evocarlo?; y hagamos otra, sencilla, pregunte a las personas que tiene a su alrededor si tuvo algún juguete favorito, y si le gustaría volver a tenerlo, aunque sea un instante. Verá ojos que se iluminan y mentes que se disparan, porque a modo de grosera generalización se puede decir que todos los que nacieron antes del despegue tecnológico de los ’90 depositan en los juguetes, –y en especial en el recuerdo de los propios- la evocación de la niñez misma, de las tardes de historias inventadas, de los amigos y de los espacios donde la vida se recreaba en miniatura. Pero si uno se sacude un poco, logra escapar de las redes agridulces de la añoranza y mira alrededor, se enfrenta a un panorama definitivamente distinto, con chicos que según los especialistas viven una niñez “más corta” y por ende “a edades cada vez más tempranas” abandonan los rastris, los bebotes o los camioncitos para volcarse de lleno a mandar mensajes de texto, crearse un “fotolog” o pasar el tiempo libre que les queda aferrados al joystick de la PlayStation. Y ahí el enfrentamiento de paradigmas, el choque generacional que hace que los “retro” -con la imagen grabada en la retina de las Cinegraf, el Cerebro Mágico o los trompos de hojata “que silbaban”- griten a los cuatro vientos que “juguetes eran los de antes”, para que los especialistas y entendidos en la materia salgan a calmarlos y adviertan, “los cambios son lógicos, porque el mundo cambió”. “Es cierto que las edades para jugar con juguetes tradicionales se acortaron, porque lo que antes se usaba hasta los 11 ahora se usa hasta los 7, y lo que se usaba hasta los 7 ahora se usa hasta los 4. El caso más concreto es el de la muñecas, antes las nenas jugaban con ellas hasta los 10 años, y hoy las dejan a los 8, ¿pero esto es malo o es bueno?, se preguntó ante Info Región el presidente de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, Norberto García. “Ni una cosa ni la otra, es un fenómeno que es parte de este mundo nuevo”, se respondió. En cuanto al estilo de juguetes que prefieren los nenes y nenas del nuevo milenio, el hombre, que conoce el mercado, fue concreto y lo aclaró: “Los juguetes, tecnológicos o no, van a acompañando los cambios culturales. En los años ‘50, la mayoría eran bélicos, porque el mundo vivía la época de la post guerra y a los chicos se los preparaba para la guerra. A través de ellos, de alguna manera, se forma a los chicos para la realidad, y no hay que renegar de la tecnología, porque no se puede criar a los niños en una burbuja, la tecnología existe, la computadora está entre nosotros y debemos aceptarlo. De todos modos, ¿se reemplaza el juguete tradicional?, no, el juguete es irremplazable. Un muñeco es irremplazable, una pelota es irremplazable y un autito es irremplazable”, agregó. Con el afán de bajar un poco la tensión que genera en los más melancólicos la dicotomía “cochecito de colección Vs celulares o videojuegos”, en tanto, desde el campo de la educación advierten que aún cuando parece que lo digital todo lo conquista, hay espacios que siguen siendo de ellos, de los juguetes parecidos a “los de antes”, de esos que representan bebés, o casitas o tractores, y que ofrecen fantasía, mundos imaginarios, historias… “Es cierto que la tecnología ha atrapado a los niños y que se acorta la infancia, pero también es cierto que el período de juego simbólico sigue existiendo, y el niño no lo va a perder. Los juguetes más sencillos son los que ayudan al “como sí”, que es tan necesario en la infancia, y creo que habría que meter a un chico en una sala de videojuegos durante años para que se olvide de ellos”, opinó ante este medio Graciela Carchio, educadora y miembro de la Asociación de Psicopedagogos Bonaerenses. “El juguete tiene que ver con compartir, y por otra parte todo lo que implique el juego es importante, lo tradicional o lo tecnológico. No vale hacer esta comparación de juguetes buenos- tecnología mala, lo sano es el justo equilibrio, porque las dos cosas colaboran con el desarrollo del niño”, aseguró. “Los chicos de ahora no son como los de antes”. Y los juguetes se transforman porque las sociedades son distintas; y hoy pasan rápidamente a ser adornos porque caen en manos de pequeños diferentes, a veces colmados de obligaciones, con escuelas de doble escolaridad, con tardes sin veredas, con papás que trabajan y tampoco juegan, e insertos en una cultura que los impulsa, según advierten los especialistas, a “saltar etapas”. ¿Es culpa de los chicos no encontrar placer en el jugar con una pelota, un tren a batería o un oso de peluche? “Los chicos juegan menos con los juguetes, sí, pero hay muchas razones que llevan a esto. Primero y principal, hay una especie de contraorden, porque por un lado nos quejamos de que los niños dejan los juguetes, pero por otro hoy los matrimonios jóvenes son por lo general padres que trabajan, y eso obliga de alguna manera a que chicos crezcan más rápido. Los nenes atienden el cartero y ayudan a la abuela, nosotros los obligamos a crecer porque tenemos una necesidad de que así sea”, opinó García. Y los juguetes dejan de ser protagonistas en la infancia actual, según parece, también porque no suelen ser una opción en la carta de propuestas de padres, educadores, abuelos y tíos, que muchas veces encuentran en la tecnología un recurso accesible y válido para lograr lo que esta época de extensas jornadas laborales e inseguridad demanda en los niños: largas horas de entretenimiento garantizado, pero también cierta pasividad y algo de encierro. “Si hoy en día los clásicos pierden brillo es porque el abanico de posibilidades culturales que como adultos les ofrecemos a los niños se ha achicado debido a múltiples razones: falta de tiempo, falta de conocimiento sobre el desarrollo infantil y desconocimiento sobre la importancia de que la infancia experimente como protagonista el arte y el juego en sus distintas variantes”, resaltó ante Info Región Beatriz Caba, que es profesora en Psicología y Ciencias de la Educación, especialista en juego, juguetes y espacios de juego y presidente y directora de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar (IPA) en Argentina. “La tecnología esta ahí, a la mano de los chicos, los deja quietos, aparentemente protegidos de las inseguridades de la calle y ocupados cuando están solos. Hay que aclarar sin embargo, que la tecnología no es mala, es más, es necesario que tengan acceso a ella porque tiene beneficios en las distintas etapas del aprendizaje del ser humano, pero es cierto que los juegos y juguetes clásicos o tradicionales, en muchas casas y escuelas han dejado de ser una oferta, hecho que los saca de circulación o posibilidad de ser elegidos”, resaltó. Al rescate del mundo del “Como si”. Y así como Peter Pan protege a capa y espada su fantástico país del “Nunca Jamás” -donde los niños nunca dejan de ser niños y conviven con personajes de ensueños- los profesionales llaman a sacar un poco la vista del apuro, la vorágine, los displays y los plasmas para ayudar a que nuestros “neo chicos” vuelvan, aunque sea algunos instantes al día, al mundo del “como si”, que no es más que el reino donde ellos, los juguetes, son protagonistas e intermediadores, nexos entre la vida y la fantasía, donde las muñecas convierten a las niñas en madres, los autitos a los varones en pilotos y donde los soldados enseñan a atacar y a defender, los ladrillos a edificar, la pelota a moverse en equipo y los juegos a esperar el turno, a respetar al otro, a ganar y a saber perder… “La actividad lúdica en los chicos es vital, y en este marco se debe revalorizar los juguetes tradicionales porque aportan muchas cosas. Por empezar, ayudan a los niños a desempeñarse en distintos roles y aportan a la creatividad y la imaginación”, aseguró a Info Región Rosa Planas, presidenta del centro Yuguets, una Asociación Civil sin fines de lucro que se desempeña en “juego, juegos, juguetes y calidad de vida”. Y similar fue la apreciación de Caba, que habló desde IPA para aclarar que los juguetes son mucho más de lo que se ven: “Un juguete es un objeto intermediario, un pretexto para relacionarse y expresarse, un motivador de nuevas conductas, un objeto cultural a transmitir; es motor de la creatividad, productor de sentimientos, un facilitador de momentos mágicos, un estimulador de las inteligencias y un transmisor de valores humanos”, señaló. “Tiene en realidad, un valor muy parecido al de los libros, porque con ellos se crece, se ensaya la vida adulta, se potencia la imaginación, se desarrolla la capacidad de crear y se aprenden distintas destrezas”, enfatizó Caba. Por eso, quienes trabajan con niños, proponen que sean los adultos los que bajen los muñecos, los mini vehículos o los animalejos de los estantes, les den cuerda o les pongan pilas, y los que empiecen a jugar, para que los niños imiten y vuelvan a entusiasmarse con sus colores, con sus formas y con la magia que ninguna innovación, hasta ahora, ha podido extinguir. “Somos los grandes quienes debemos incentivar el juego en los niños, darles esa posibilidad y la propuesta no debe ser ‘jugá a algo con esto’, sino ‘vamos a jugar’. Todo lo que implique juego es importante, sea tradicional o tecnológico, pero se deber ser conciente de que hay que saber dosificarlo”, sugirió Carchio. Añoranza. Y sólo basta ir a una juguetería para ver cómo conviven las tradicionales “valijitas de doctora” con las mini laptop fucsias y llenas de brillo; las espadas mágicas con las Nintendos; los osos de peluche con las mascotas virtuales y los muñecos articulados de algún superhéroe conocido con modernos reproductores de mp3. Por eso es entendible que quienes invirtieron sus tardes de sol tratando de ganar la batalla más difícil aferrados a los pequeños guerreros de plomo no entiendan; y por eso es razonable, también, que aquellas que a los siete o a los ocho armaban “comiditas” en mini baterías de cocina mientras acunaban a bebotes gordos y con “bombachudo” no acepten que hoy la diversión pase por mandar un msn a las compañeritas de colegio. Pero las épocas cambiaron, y cambiaron mucho, y con ellas los juguetes, que no hacen más que expresar la cultura, los modos y el espíritu de las sociedades. De todos modos, los que saben aseguran que a los cambios no hay que temerles, porque nunca arrasan con todo. “La tecnología acompaña el crecimiento, y es lógico. Cuando salieron los televisores también había salido la maquinita de cine con una rollito de papel, la Cinegraf, y a nosotros nos decían que nos íbamos a idiotizar, pero no pasó nada. Si nos preguntamos si los chicos vivirán mejor o peor la niñez que nosotros, la respuesta es la viven bien, pero a su manera”, indicó García. Y con el coincidió Planas, que rescató además que aún en pleno siglo de las innovaciones, hay espacios que los juguetes no ceden, porque la tecnología no puede ocuparlos: “Los juguetes marcan a los chicos, que después son adultos y seguramente se acordarán de ellos, con nostalgia. Y no van a desaparecer, no: aún hoy nadie se lleva la computadora a dormir, porque sigue estando esa mascotita a la que uno abraza en la noche”, indicó. Y será por eso que los juguetes aún permanecen, altivos y coquetos, detrás de las vidrieras, con la seguridad de que adornarán muchas más habitaciones infantiles y que luego, lejos de pasar al olvido, ocuparán un lugar más que importante en la memoria de los mayores y aún en aquel rincón de la casa donde se conservan los objetos con mayor valor afectivo. Porque, al igual que en aquella película en la que los juguetes tomaban vida cuando su dueño se iba a dormir, cada uno de ellos también tiene la virtud de entregarle un trozo de vida a quienes juegan con ellos, regalándoles sonrisas, imaginación, entretenimiento y mundos inventados que luego se transformarán en recuerdos cargados de felicidad y añoranza. 16 de marzo de 2009. (tiempo PYME)
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